Esta semana aprendí algo nuevo -totalmente distinto a lo que me imaginaba- en mi clase de Asia Pacífico.
Analizamos cómo funciona el sistema político-económico en China.
El mundo entero esta viendo emerger a una nueva potencia y eso nos lleva a pensar incluso en que podría estar llegando el momento de empezar a identificar a un nuevo líder mundial, alguien que en no mucho tiempo, unos 15 o 20 años, pudiera desplazar a Estados Unidos como la potencia capaz de determinar el rumbo de la escena internacional.
Sin embargo, China crece como potencia económica al exterior, pero internamente enfrenta una situación difícil de sostener. Pobreza, desigualdad, hambre, carencia de justicia y de las mínimas condiciones sociales que un gobierno debería proporcionar a su población.
Según mencionaba la expositora experta en China, son decenas de revueltas que se registran diariamente por parte de grupos opositores de la sociedad en el Gigante Asiático, pero el resto del mundo no se entera por la censura de información que mantiene el Partido Comunista.
China es una gran falacia.
No es novedad para nadie que cientos de millones de chinos vivan en las condiciones más paupérrimas mientras su gobierno prentende hacer creer que todo marcha bien y que continuarán creciendo y emergiendo de entre las naciones; pero lo que me ha sorprendido es que los cientos de millones de chinos que viven en las condiciones más paupérrimas por primera vez se están haciendo escuchar, aunque nosotros no lo sepamos.
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